martes, 4 de septiembre de 2012


Me pregunto qué feroz designio divino habrá mermado la incipiencia de tu retrato, mas conservando para siempre (como si no quisiera que tal hecho se evaporase entre tantos otros) ese mirar doliente y desvencijado. Aquella noche de Intercambio sensorial y espasmos gimientes de indecisión, tus labios violetas reflejaban impacientes el desenlace terrenal. Devenir mediante ideas y despertares oportunos, se leía entre líneas que el fracaso te había desentrañado las huellas del pasado. No soporto que me mires así,parecías decir en silenciado rupestre. Cuán corta es la vida para vivirla en el pasado, y sin embargo te guardaste por siempre así, recordando. Pero no, claro, no fuiste vos, sino el designio divino al que le adjudicás todo desenlace.
Qué osada que fuiste al salir dejando atrás mis olvidos, mis mensajes de error nublando vuelos. Generosa virtud que proclama festejos, despiadada tu imagen que persiste entre tantas, implacable y desertora de multitudes desconocidas (buscando el fuego de tu esencia me perdí entre milagros rotos). Ahora que nadie desalma repeticiones, que nadie espera que te extingas, que nadie busca entre naufragios... ahora sólo se abre tu verdad ante mis ojos. Y no, nada de esto soportabas, pero nada podías hacer al respecto. Me pregunto cómo te verás hoy, cómo recordarás aquel recuerdo que te inundaba, cómo encontrarás tu suerte trillada y vulnerable.
Que no salieras sola. Que te acomapañase quien fuera, así se trate de tu enemigo, no importaba, pero que no salieras sola. Las personas (no todas) me animan. Pero cuán grave es saber que soy de las que no, de las que al contrario, de las que mirás y te provocan dolor por el pasado espléndido (pero pasado al fin).
Si supieras cuántos nombres desaparecen mientras una tras otra voy escribiendo estas letras, cuán volátil es nuestra presencia en el concreto de cemento elemental, cuánta fuerza tienen tus ojos desde lejos (y no tan lejos)... ¿cambiaría algo en tu sentir? Pero sé que el tiempo es ajeno, se desvive por correr y arrasar lo que interfiere, y tu memoria está marchita, porque todo lo dejaste en esa cámara. Hasta tu endeble corazón.

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